Páginas

jueves, 31 de diciembre de 2015

Miserables.

Me dilato. Me desato. Me distancio, mientras suena Artic Monkeys en un cuarto con eco, por culpa del vacío de sentimientos. 
Yo ya sé que no soy lo que era, que ahora ni siquiera abro la ventana cuando llueve para empatizar con los que todavía lloran. 
No obstante siempre podréis anotar una dura antología en mi libro de reclamaciones aunque ya no escriba si no es por transcripción fonética. Porque soy consciente de que nos inunda música mala, libros peores y amores imposibles. Pero claro, la gente recuerda a John Lennon, a Hermann Hesse y te recuerda a ti, y parece todo más bonito. Como si no existiesen desastres imparables, que barren las ganas de saber y pisan sobre la ignorancia dándole forma humana.

Que no me arrepiento, no me aviento, ya no me entiendo  si tacho mis frases y subrayo mis engaños. Si reciclo mis poemas  y me contamino de ellos. Porque estoy enfermo.

Sufro de anorexia letrada. De dolor narrativo, de numen inexistente. Y  no hay cura para esta contractura que sólo existe en la tesitura de un artista. Así que, por favor si algún día me da por inmolarme, dejad mi epitafio en blanco para que el viento deje sus marcas favoritas, y el invierno pueda escribir, todo lo que yo no he callado, pero vosotros no habéis querido escuchar. Miserables.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario